MUNDO 2012WEB27AG27/08/201308:00MUNDOArtículo (17427112)27/08/1302:27SEGUNDAOpciones y dilemas en Siria
FELIPE SAHAGÚN 310549.99343808.329493551.95262329.1630.0000.000Cinco días después del ataque más grave con armas químicas desde 1988, los inspectores de la ONU que ya se encontraban en Siria para investigar ataques anteriores pudieron desplazarse ayer, por fin, al lugar del último crimen de guerra en la periferia oriental de Damasco, donde se teme que murieran centenares de personas el 21 de agosto.
Con pocas posibilidades de acuerdo sobre el autor del ataque, las potencias occidentales y sus aliados debatían ayer los riesgos y ventajas de bombardeos o ataques con misiles contra objetivos sirios con la esperanza de salvar la cara sin una escalada del conflicto.
«Demasiado tarde para encontrar pruebas concluyentes», adelantó el domingo un alto funcionario estadounidense que no quiso identificarse. «No es fácil que se eliminen totalmente los rastros», afirmaba ayer en RNE el investigador y químico del CESIC José Luis García Fierro. «Los elementos fosforados los absorbe la ropa y, si no se lava bien, permanece en pequeñas cantidades».
Frente a los que insisten en la desaparición de las pruebas en horas o días están quienes, citando precedentes históricos como Vietnam, Irak o la propia Siria, mantienen que las consecuencias de ataques con sustancias químicas suelen prolongarse años o decenios.
Todos los testimonios de supervivientes y análisis de imágenes y de restos desde la hora cero apuntan a que se lanzaron uno o más cohetes con gas nervioso, probablemente sarín. Francia, Reino Unido, Turquía, Israel y Al Qaeda dieron por buena desde el primer día la versión de la oposición de que se trata de otro crimen del régimen sirio que requiere una respuesta firme e inmediata.
Un dilema es responder sin reforzar a las fuerzas yihadistas que combaten en Siria e Irak y que, en sus declaraciones de los últimos días, coinciden tanto en su diagnóstico del ataque del pasado miércoles como en su deseo de respuesta contundente con los principales intervencionistas del Golfo, Israel, Turquía, Europa y Estados Unidos.
Siria considera responsable a la oposición. Ayer mismo, en declaraciones al diario ruso Izvestia, el presidente Asad negaba por enésima vez toda responsabilidad en el ataque y el Gobierno ruso le respaldaba.
«Tenemos pruebas (imágenes de satélite) –y las presentamos inmediatamente en el Consejo de Seguridad– de que los cohetes procedían de territorio bajo control de los rebeldes», declaraba el ex diplomático ruso V. Matuzov en Al Yazira.
Con los informes ya publicados de Médicos sin Fronteras y de Human Rights Watch, y los testimonios de los supervivientes, hay pruebas más que suficientes para demostrar que se usaron armas químicas, de modo que el trabajo de la ONU se va a convertir, más que nada, en una certificación de lo ya sabido.
Sin acuerdo en el Consejo de Seguridad y sin competencia para decidir sobre responsabilidades, la ONU poco más puede hacer. La pelota está en el tejado de los gobiernos, condicionados en su respuesta por el riesgo de regionalización y radicalización del conflicto, el peligro de perder el control del primer arsenal de armas químicas de Oriente Próximo y el cuarto del mundo, y la resistencia de la Administración Obama, a pesar de su advertencia sobre «líneas rojas» en agosto de 2012, a empantanarse en otra guerra sin respaldo de su opinión pública ni horizonte claro de victoria.
El bombardeo sirio del lugar del crimen el fin de semana para, supuestamente, borrar pruebas debilita la posición de Asad.
Los datos publicados por Le Figaro sobre el despliegue de unidades del Ejército Libre Sirio formadas por estadounidenses, europeos e israelíes en bases jordanas y turcas desde mediados de mes en los barrios gaseados el 21 de agosto ofrece una posible explicación del recurso a armas químicas.
Sin apoyo de la ONU por el veto de Rusia y China, cualquier intervención militar de las planificadas tendría que ser otra operación ad hoc como las de Clinton en los años 90 en Afganistán, Sudán y Kosovo o, mucho menos probable, la de Irak de Bush en 2003.
Aunque el jefe del Pentágono, Chuck Hagel, reconocía el domingo que «el presidente Obama ha ordenado preparar todas las opciones para cualquier circunstancia», el refuerzo naval en el Mediterráneo oriental y los movimientos en las bases terrestres más próximas a Siria hasta ahora no presagian ninguna acción militar de envergadura contra Siria.
Como alternativas menos arriesgadas, se barajan bombardeos como los ya efectuados por Israel, el lanzamiento de misiles crucero contra instalaciones militares sirias, la imposición de zonas de exclusión terrestres y/o aéreas con apoyo israelí, turco y jordano, y la aceleración del programa de entrenamiento y de rearme del Ejército Libre Sirio por especialistas de EEUU, Europa e Israel.
La eficacia de estas medidas, sin un compromiso mucho mayor en personal y en medios, a favor de la oposición, son de dudosa eficacia a corto plazo, pero la posibilidad de que la escalada sea ya inevitable podría multiplicar las presiones políticas para un compromiso que hasta hoy parecía imposible. 310549.98744901.727556449.987180720.9830.0000.000«La ONU poco más puede hacer. La pelota está en el tejado de los gobiernos» 436376.200115482.185493327.488140116.6570.0000.000