MUNDO 2012WEB22AB22/04/201321:30OPINIÓNUna España sin esperanza(14497132)22/04/1313:27ELMUNDO.ES/$Crisis económica/$4904/$Miguel Arias Ca¿ete/$6198ELMUNDO.ORBYT/$Sala de columnas/$Pedro Cuartango/$columnas/$SEGUNDAMI ABUELO me enseñó unos carnés que repartían en Abastos en los años 40 para racionar el tabaco. Ahora que el ministro Cañete nos propone que los yogures no caduquen y que nos duchemos en invierno con agua fría, yo le sugiero al Gobierno que vuelva a implantar aquellas cartillas de racionamiento cuando los españoles se morían de hambre.
Mi abuelo Pedro, que era maquinista de Renfe, traía a sus hijos pan blanco y sartas de chorizo que compraba en los pueblos de La Bureba. Durante la guerra, estuvo a punto de ser fusilado en la estación de Miranda por unos falangistas que le acusaban de haber hecho el saludo comunista en un paso a nivel. Ahora ya no existe ese riesgo, pero en la España de Cañete hay un sector de la población que vuelve a pasar el mismo hambre que durante aquel franquismo victorioso sobre el comunismo y la masonería. Curiosamente, el dictador por lo menos abrió una red de comedores que alimentaban gratis a los niños sin medios. La Junta de Andalucía va a seguir ese ejemplo.
Algunos piensan que el hambre es saludable y benéfica porque ayuda a perder unos kilos. Yo creo que es un estigma atroz y vergonzoso que nos retrotrae a la España del gasógeno, del caldo de tabaco y de los sabañones cuando el pollo de los domingos era un lujo de los pudientes. A este paso vamos a tener que volver a los tiempos del estraperlo cuando las gentes reinventaron la economía del trueque para sobrevivir.
Pero lo peor hoy no es el hambre. No, señor. Lo peor es la pérdida de dignidad que comporta pedir al prójimo o al Estado para subsistir. Y eso es lo que está sucediendo: que hay dos millones de familias que no tienen nada que llevarse a la boca y han arruinado su autoestima mientras nuestros políticos juegan a apocalípticos o integrados.
Recuerdo la angustia del protagonista de Ladrón de bicicletas, deambulando desesperadamente por Roma cuando se queda sin trabajo porque le roban. Ahora hay muchos españoles que sienten lo mismo que el personaje de Vittorio de Sica.
Esta España empieza a parecerse mucho a la de después de la guerra. Y la culpa no la tiene sólo Angela Merkel. Hay dinero para los sobresueldos de la clase política y para sostener un faraónico e ineficiente aparato del Estado, pero no para dar de comer al hambriento o para ofrecer un techo al que no tiene cobijo.
Dice un viejo refrán castellano que quien vive de esperanzas, de hambre se muere. Lo malo es que aquí muchos se mueren de hambre, pero sin ninguna esperanza. 97488.268269762.485267449.997358662.4960.0000.000Una España sin esperanza97621.022258649.991267449.997269762.4910.0000.000TIEMPO RECOBRADO
pedro g. CUARTANGO112891.903303614.349151381.840321284.7330.0000.000