MUNDO 2012WEB14AB14/04/201308:00OTRAS VOCESArtículo (14319789)14/04/1302:10ELMUNDO.ORBYT/$Sala de columnas/$Luis M. Anson/$columnas/$PRIMERAMARGARET THATCHER
La dama, a veces de hierro, que colocó a los sindicatos en su sitio21603.88972599.891117178.673106779.1630.0000.000Mi admirada Primera Ministra…
«La huelga es el azote del pueblo. La huelga en defensa de los derechos del trabajador es factor imprescindible en la democracia. La huelga ordenada por los sindicatos para demostrar su fuerza y en defensa de los intereses de clase de las centrales sindicales forma parte de una coacción inadmisible que daña gravemente a los trabajadores y a todo el país». Ni Winston Churchill, la cabeza más destacada del siglo XX, se hubiera atrevido a pronunciar ante el Parlamento Británico las palabras con que usted, señora Primera Ministra, hizo frente a los sindicatos en el episodio más significativo de los once años en que gobernó al Reino Unido.
En política exterior, su alianza con Reagan, sumada a la actitud clave de Juan Pablo II, doblegó a la Unión Soviética. Conocí a Reagan siendo presidente de Estados Unidos en la Fundación March. Tuve ocasión de conversar con usted en Madrid. Era yo director del ABC verdadero y nos había concedido años atrás una entrevista exclusiva, excelente por cierto, lo recuerdo muy bien, que realizó Darío Valcárcel. Aquí, en Madrid, se me quedó grabada su extraordinaria afabilidad. Y sobre todo una circunstancia que me impresionó. De Reagan, dimanaba el poder; de usted, Primera Ministra, la autoridad. Se ganó, por cierto, señora Thatcher, el afecto de todos durante su viaje a nuestra nación. Me acuerdo que titulé la portada de ABC: "Seda en España para la dama de hierro".
Los periódicos impresos, hablados, audiovisuales y digitales han sido una torrentera de artículos y comentarios en torno a su persona. Está claro que, después de Churchill, nadie ha dejado en el número 10 de Downing Street huellas tan profundas como usted. Pero entre la marea de los elogios y las críticas, entre las Malvinas otrora españolas, por usted dominadas, entre el pulso contra el comunismo internacional, entre la denuncia de la estéril burocracia socialista de la Europa unida, he querido destacar en esta carta la proeza de enfrentarse con los sindicatos y vencerlos. Es un caso tal vez único en Europa. La inmensa mayoría de los gobernantes han cerdeado con las centrales sindicales, han hecho concesiones cobardes o las han sobornado con dinero público, pero no las han colocado en el lugar que les corresponde. Usted lo hizo, Primera Ministra. Con dos tacones. Como un ejemplo que ni antes ni ahora han sabido seguir los políticos. En la gran taberna nacional, ahí están los matones sin que nadie sea capaz de hacerles frente.
Usted, mi admirada Primera Ministra, desembarazó a Inglaterra de una dictadura especialmente perversa. Usted demostró que se podían ganar el pulso y el desafío. Los sindicatos son imprescindibles en una democracia pluralista plena. No hay que destruirlos. Es necesario embridarlos para que resulten útiles, en lugar de que se conviertan en factor de destrucción de empleo y en el azote de los trabajadores.121730.88073441.667267450.000180862.5000.0000.00021550.000110483.329117178.680180862.5000.0000.000SARA MONTIEL
Las últimas violetas nos esperan21603.889183724.891117178.673209357.9400.0000.000Querida Sarita…
Te conocía desde antes pero te empecé a tratar con alguna intensidad cuando La Violetera. Eras ya más que una actriz. Eras la única estrella que había dado el cine español. Tu atractivo no conocía fronteras. Me sonrío cuando algunos hablan de tu fantasía al referirte a amores lejanos como Severo Ochoa o Gary Cooper. La Sarita Montiel que yo traté en los años dorados tenía una atracción física arrolladora. Ningún hombre con la cabeza sobre los hombros podía resistirse al tirón de tu piel. No solo Severo Ochoa o Gary Cooper. Cualquiera. Quien tú decidieras. Muchos años después, cuando ya eras Sara Montiel entrada en carnes, hablé una tarde en ABC largo y tendido con Pepe Tous, mi compañero profesional. Me di cuenta de lo que tu atractivo, no tu belleza, de lo que tu atractivo había supuesto en tus relaciones personales.
Una tarde ¿te acuerdas? viniste sin avisar a mi casa porque querías comprar algo en el entorno. Te gustaba la zona. Recordamos entonces los tiempos dorados de tu plenitud cuando la cifra inicial de Dios te temblaba en los labios y el fuego se engendraba en la nieve cautelosa de tu piel. Abrías la boca igual que un sexo y se te encendía el alma azul y vegetal. Al cantar gemías como el gozne oxidado de una puerta. Eras el grito en la mordaza de la dictadura, la libertad enloquecida, los sueños de Cavafis entre los escombros del tiempo deshabitado, las huellas delatoras del amor aturdido, las arenas sopladas por el viento, todo el bronco sabor de la existencia.
La verdad, Sarita, es que, después y a lo largo de tantos años, me acercaba a saludarte en las cenas y en los actos públicos y casi no te reconocía. Los estragos del tiempo se cebaron en ti. El péndulo furtivo del invierno había hecho trizas el telar del amor. Eras la voz del exterminio, la herrumbre degradada en las cimeras del almiar.
Pero volvamos a la violetera. Siempre te recordaré en esa película por encima de la hiel de la desmemoria y los desgarrones del tiempo, cuando eras el chorro de sed de las aceñas clandestinas. Un gesto tuyo hacía caer de hinojos a los hombres de tres en tres. Con los años la vida se hizo cruel en tus soledades. El tiempo estaba cumplido, como en el verso de Octavio Paz. Por eso, querida Sarita, has cruzado ya la oscura penumbra del más allá. Y yo no te quiero decir adiós... sino hasta pronto. Sabes muy bien que las últimas violetas nos esperan.121698.400184566.667267450.000254945.8290.0000.00021550.000214200.000117178.680254945.8290.0000.000MIGUEL DEL ARCO
El Valle-Inclán, premio de referencia del teatro español21607.604257669.237117178.673292040.4110.0000.000Querido Miguel…
Enrique Ibarra, hombre independiente y liberal, presidente de Vocento, acudió, al mejor estilo del ABC verdadero, al acto en el que se fallaba el Premio Valle-Inclán. Rindo homenaje desde estas líneas a su gesto y a la inmensa cultura literaria de la que nunca presume pero que le rezuma por los poros del cuerpo.
El Valle-Inclán se ha convertido en el premio de referencia del teatro español. Se falla cara al público, sin trampas ni cartón, por el sistema Goncourt, a cargo de un Jurado de veinte personalidades independientes y expertas. Nadie sabe lo que va a ocurrir y la emoción se acrecienta en el comedor de mesa en mesa. Marcos de Quinto, que es un sabio del teatro y la compañía que preside, Coca-Cola, saben muy bien lo que el premio significa. El entero mundo del teatro se concentró en el restaurante del Real, dirigido por Arturo Fernández.
Habías transitado en dos ocasiones, querido Miguel, por las riberas del Premio. Cayó a la tercera por De ratones y hombres, cuando sobre tus espaldas de director, de autor, de actor se descargan una treintena de obras de envergadura. Tal vez no sea sí, pero yo no recuerdo que a tu edad nadie haya acumulado tantos éxitos en la triple faceta de autor, director y actor.
Así que enhorabuena, querido Miguel. Francisco Nieva, máximo representante de la cultura española, hoy, y Ana Pastor dijeron sobre ti la palabra exacta. Celia Freijeiro te presentó con una maestría impropia de la edad que tiene. Está considerada como la mejor actriz joven del teatro español y su interpretación en Los Cenci de Artaud fue memorable.
María Fernanda D´Ocón me dijo palabras que te hubieran emocionado. Nuria Espert te admira. Juan Echanove reconoce tu calidad. Blanca Portillo y Carlos Hipólito, tus grandes rivales, sabían lo difícil que era ganarte. La gran Magüi Mira te aplaude. Carmen Machi redoblaba esos aplausos. Marta Larralde estaba emocionada. María Adánez reconocía tu éxito. Eduardo Zaplana aplaudía. Pedro Víllora también. Laura Valenzuela, esbelta todavía como una caña verde, te admira. Julia Trujillo disfrutaba con tu éxito. María José Bró, la gran pintora, estaba encantada. Enrique Cerezo subrayaba la altura del Premio. Gemma Cuervo estaba emocionada. Enrique Cornejo demostraba su conocimiento profundo del teatro. Belén Fabra lo embellecía todo. Silvia Espigado estaba radiante. Pastora Vega era un milagro de simpatía. Jordi García Candau, inolvidado director de TVE, te hacía los honores junto a José María García-Luján. Vicky Peña se indignaba con razón por el 21% del IVA, véase mi artículo en El Cultural: Rajoy o el desprecio por la Cultura. Violeta Gil e Itsaso Arana trajeron La Tristura, es decir, la juventud, al Premio. Ángeles González Sinde, que fue gran ministra de Cultura, hablaba desde la seriedad y la sabiduría. Natalio Grueso igual que Fernando Villalonga y Ruperto Merino están haciendo un gran servicio al teatro en Madrid. Juan José Litrán representaba el amor de Coca-Cola España por el teatro. Juan José Lucas es el político al que siempre se echa de menos. Silvia Marsó y Blanca Marsillach resplandecían. Miguel Ángel Martín saludaba a todos, lo mismo que Isabel Mingote y Marta Michel junto a la joven modelo Alejandra Serrano. Nati Mistral, en fin, Javier de Montini, Paca Gabaldón, Manuel Galiana, Nuria Gallardo, Robert Muro, Melina Abelló, Víctor Ochoa, Borja Ortiz de Gondra, María Pastor, María Luisa Payán, Juanjo Puigcorbé, José Antonio Quintana, Emilio Ramírez, Juncal Rivero, Victoria Rodríguez, Norma Ruiz, y tantos y tantos nombres completaban la gran noche del teatro en Madrid.121752.289258702.911267450.000358662.5000.0000.00021603.889295691.663117178.680358662.5000.0000.000LAS CARTAS BOCA ARRIBA
LUIS MARÍA ANSON
de la Real Academia Española46260.87743808.333117288.07566033.3330.0000.000El autor glosa la figura de Margaret Thatcher y su papel en la política mundial, rememora el auge y la decadencia de Sara Montiel y felicita a Miguel del Arco por la concesión del Premio Valle-Inclán de Teatro, que entrega anualmente la revista 'El Cultural' que edita EL MUNDO.121675.89943808.333267396.11166033.3330.0000.00028273571.jpg171821.31174611.508232934.727158637.4960.0000.000AFP171821.311158637.496233014.605162341.6630.0000.000