MUNDO 2012WEB09MY09/05/201421:30EM2 CULTURAArtículo Quark (22272250)09/05/1402:31ELMUNDO.ES/$Teatro/$3850ELMUNDO.ORBYT/$Sala de columnas/$Antonio Lucas/$columnas/$PRIMERAHay un teatro que convulsiona sin necesidad de aullidos, ni de bengalas, ni de fanfarria. Un teatro cuya herida es más intensa que la sangre de haberla imaginado. Un teatro que se inclina hacia la parte en sombra del mundo. Y denuncia. El último artefacto teatral de Juan Diego Botto, Un trozo invisible de este mundo, es un texto poderoso escrito con el salfumán de los que saben lo que es el extravío, a la manera de Pinter, de Arnold Wesker, de John Arden, de Piscator, de Camus, de Brecht.
Después de una gira larga acumulando ovaciones y entusiasmos, la obra (que dirige con audacia Sergio Peris-Mencheta) regresa a las Naves del Matadero por un mes. Desde hoy. Trae un discurso necesario. Son cinco monólogos que tienen, entre otros espacios escénicos, el lugar de recogida de equipajes de un aeropuerto. Ese territorio autista, sótano de los invisibles. La inmigración es el gran eje. Los daños del emigrante: su desconcierto, su desamparo, su intemperie.
Juan Diego Botto y Astrid Jones (que da vida a una inmigrante negra con una existencia de desgarro y miseria) ponen en pie un texto perfectamente enhebrado con interpretaciones de vértigo extraordinario. Lo que sucede en esta hora y media es una rebelión que no se calla. Teatro político que no busca la evangelización ni el dogma, sino mostrar cómo las víctimas (exiliados, hijos de exiliados y torturados y desaparecidos, gente común con su daño adentro) terminan arrastradas por una terrible percepción de culpables. Ellos son los invisibles. Ellos son la estadística. El excedente. La ferralla humana a silenciar. Nuestro fracaso colectivo disfrazado de piedad. Qué bien que regresás.85301.129117959.337139947.832358662.4850.0000.000