MUNDO 2012WEB09EN09/01/201508:00MUNDOLos terroristas, acorralados en el norte de (25346346)09/01/1501:43SEGUNDALos terroristas, acorralados en el norte de Francia
Más de 88.000 policías y militares se despliegan para cazar a los autores del ataque contra ‘Charlie Hebdo’21550.00043808.333167269.120132208.7050.0000.000PABLO R. SUANZES PARÍS
eNVIADO Especial
Corren, pero no logran esconderse. El Ministerio del Interior francés confirmó ayer que el Vigipirate, el plan de alerta máxima activado el miércoles, ha movilizado a un contingente sin precedentes de más de 88.000 agentes, gendarmes y militares para dar caza a Said y Chérif Kouachi, de 34 y 32 años, principales sospechosos de la matanza perpetrada en la sede de la revista Charlie Hebdo. Y para desarmar cualquier posible ramificación de esta «célula familiar» que tiene en vilo al país.
Aunque las fuerzas de seguridad del Estado detuvieron e interrogaron a un buen número de miembros de su entorno y realizaron registros en diversas propiedades de París, Gennevilliers o Reims, anoche no habían detenido aún a la pareja más buscada en décadas, y seguían buscando a la esposa del pequeño. El cerco se estrechaba al norte del país, en Picardía, junto al bosque Longpont.
Y según explicó un portavoz de la Policía a EL MUNDO, los mandos confíaban en su captura en próximas horas, al no contar con «infraestructuras de apoyo». París albergará el domingo, además de una gran manifestación, una reunión ministerial de máximo nivel, con miembros de la UE y de EEUU, para abordar cuestiones de lucha contra el terrorismo.
En la mañana de ayer, dos enmascarados con armas automáticas atracaron una gasolinera en Villers-Cotteret (departamento de Aisne) y todo indica que fueron ellos. La policía tiene muy pocas dudas de que los Kouachi son los autores materiales de los asesinatos que han convulsionado al país. La suya no es una historia de lobos solitarios, de una conversión súbita o una moda. No son nuevos fans del Estado Islámico, cuya radio ayer los calificó de «héroes».
No son el producto de una familia desestructurada. Ni de la banlieue ni de la crisis. La suya es la historia de un lento proceso de conversión que, a lo largo de más de una década, ha llevado a delincuentes de poca monta, a dos hermanos que pasaban las horas muertas escuchando rap y fumando hachís, persiguiendo a chicas y corriendo por los parques del noroeste de la capital, a protagonizar el peor atentado en décadas.
De ambos, y sobre todo del más joven, Chérif, la policía lo sabe prácticamente todo. Apodado Abu Isen, fue detenido, procesado y encarcelado dos veces. Hay registros suyos de 2005, en un programa de televisión, defendiendo los atentados suicidas y las bondades «de morir como un mártir». Están los testimonios de sus abogados. Las transcripciones del juicio. Los registros policiales y de numerosos amigos y familiares.
«Estas personas han sido objeto de vigilancia, pero no se llegó a judicializar su situación porque no había pruebas para demostrar que pudiera haber un ataque inminente», se defendía por la mañana el titular de Interior, Bernard Cazeneuve. El ministro, usando las mismas palabras que casi de forma simultánea pronunciaba Manuel Valls, añadió que el Gobierno trabaja con «un 100% de precaución, pero no existe el riesgo cero. Nos enfrentamos a un gran riesgo que puede llevar a otras expresiones de violencia».
Chérif Kouachi nació el 28 de noviembre de 1982. Su hermano, el 7 de septiembre de 1984, en una familia de origen argelino. Sus padres fallecieron. Se criaron en las calles del distrito X de la capital, en las zonas colindantes con el XIX, al norte, no demasiado lejos de la sede de la redacción de Charlie Hebdo. Una zona humilde, con pisos de protección oficial y, desde los años 60, receptora de mucha inmigración.
Hasta los 20 años, Chérif dedicaba gran parte de su tiempo a salir con sus amigos, escuchar rap y pasar las tardes en los parques. En 2003, casi de forma simultánea a la Guerra de Irak, empezó a frecuentar la Mezquita de Addawa, la más importante de la ciudad después de la Gran Mezquita. Un centro polémico, al que la Policía vigilaba de cerca. Un centro que en 2006 fue cerrado y demolido, a la espera de una reconstrucción, pero que todavía hoy, en el 39 de la calle Tanger, alberga un solar.
Allí, Chérif conoció a Farid Benyettou, la persona que le cambiaría la vida y que dirigió el grupo llamado de Buttes-Chaumont, que sería condenado el 14 de mayo de 2008 por mandar luchadores a Irak. Benyettou les enseñó el camino del islam. Y poco a poco, los hermanos, así como sus amigos, fueron dejando las drogas, el alcohol y los robos.
Sustituyeron las fiestas por barbas, y cambiaron las salidas en busca de chicas por los vídeos de decapitaciones. Chérif aseguró en 2008 que las torturas de Abu Ghraib fueron el hecho que cambió su cosmovisión, que despertaron un nuevo horizonte y el deseo de actuar. Aunque no tuvo el valor para viajar a la guerra. Según testimonios recogidos por Le Monde, él era el más agresivo de su grupo de amigos y desde muy joven los incitaba a atracar comercios de la zona regentados por judíos.
«Antes el barrio era más tranquilo. De gente pobre y honrada. Los chicos empezaron a pasar el día en los parques y después en la zona de la mezquita, todos lo sabemos. Y aún así nadie ha hecho nada y mire lo que ha pasado», se lamenta Pascal, un jubilado del servicio postal que pasa por delante de una librería y centro de estudios islámicos, a apenas unos pasos de la antigua mezquita y de la célebre plaza de Stalingrado.
En enero de 2005, Chérif entró en prisión. Y allí permaneció hasta octubre de 2006. Si en la mezquita descubrió las ideas, en la cárcel hizo los contactos. Y ya no hubo marcha atrás. «Eran unos críos, como muchos del barrio. Pero en la cárcel aprendieron el mal. El gran problema de Francia está en las prisiones», explica a EL MUNDO Jerome, un policía retirado. En la penitenciaría de Leury-Mérogis, Kouachi conoció a Djamel Beghal, su nuevo mentor. Ya eran palabras mayores. Conocido como Abu Hamza y condenado a 10 años por planear un atentado contra la embajada de EEUU, Beghal puso en contacto a los hermanos con un nuevo círculo mucho más activo.
En 2008 peregrinó a la Meca, y volvió más radical, obligando a su nueva esposa a vestir con velo integral. Acusado de participar en el intento de fuga del terrorista Smaïn Ait Ali Belkacem, Chérif volvió a prisión en 2010, aunque sólo permaneció cinco meses. Para entonces, la conversión ya era completa.310550.000291987.500406178.680357162.6120.0000.00021550.000132708.333267450.000357661.2370.0000.00050601674.jpg71640.560267941.000218755.690356575.0640.0000.00050601671.jpg175492.32743808.333406178.680284579.1670.0000.000Un policía patrulla un barrio de Corcy. REUTERS310550.000286447.833326252.259304968.6660.0000.000